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Tressie McMillan Cottom

Ozempic no va a solucionar nuestros prejuicios en torno a la gordura

A stylized image of a torso.
Credit...Alice Rosati/Trunk Archive

Es columnista de Opinión.

Hemos adquirido soltura con el nuevo lenguaje de la farmacología, la diabetes y la pérdida de peso. Ozempic, Wegovy y Mounjaro son parte de nuestro léxico público. Los agonistas del receptor del péptido similar al glucagón tipo 1 (GLP-1) son fármacos que salvan vidas, creados para ayudar a los millones de personas que padecen diabetes tipo 2 y obesidad clínica. Prometen librar a Estados Unidos de la obesidad, si nuestro país consigue hacer asequible la costosa cura.

Pero estos fármacos milagrosos también son una abreviatura de nuestro lenguaje codificado de la vergüenza, el estigma, el estatus y los prejuicios en torno a la gordura. Desenredar esas dos funciones es un problema social que un fármaco milagroso no puede arreglar.

Es difícil recordar la última vez en la que un fármaco entusiasmó tanto al público general. ¿La Fen-Phen, en la década de 1990, quizá? ¿Viagra o Botox en la de 2000? Cada uno de ellos tuvo su impresionante ciclo de despliegue publicitario, pero ninguno fue tan explosivo como el de Ozempic. Los observadores del mercado han señalado a Novo Nordisk, el gigante farmacéutico danés que fabrica Ozempic y Wegovy, como aspirante a empresa más valiosa de Europa. Con varios fármacos aún mejores en diversas fases de desarrollo, la fiebre del oro contra la obesidad no ha hecho sino empezar.

Si los fármacos GLP-1 solo trataran la diabetes y no favorecieran la pérdida de peso, seguirían siendo revolucionarios desde el punto de vista médico, pero probablemente Ozempic, Wegovy y Mounjaro no tendrían hashtags en las redes sociales. Estos fármacos son un éxito de ventas porque prometen solucionar un problema médico que también es un problema cultural: el de cómo curar la crisis moral de los cuerpos gordos que se niegan a mantenerse delgados.

Que mucha gente ni siquiera se cuestione que eliminar a las personas gordas es objetivamente una buena idea explica por qué es una idea tan poderosa. La delgadez es una forma de ejercer la disciplina moral, aunque se persiga por medios moralmente dudosos. En términos subconscientes, conscientes, políticos, económicos y culturales, la obesidad es señal de laxitud moral.


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