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Karol G apostó por ella misma y ganó

La superestrella colombiana puso su alma al desnudo y superó el desamor. 
Fotografías por Domen & Van De Velde, Estilismo por Nicola Formichetti, Diseñado por Brian Roettinger

El último día de junio, unos 15 000 fans se echan a la calle sin que les importe el denso smog de Nueva York para rezar en el altar de Karol G. En el Rockefeller Center, una muchedumbre se congrega para presenciar el debut de la superestrella en el programa Today Show. Entre el público hay gente con jeans “levanta-cola” —de los que realzan la figura— y camisetas limón amarillo de Los Cafeteros, la selección nacional de fútbol colombiana. Incluso se ve a una niña pequeña que lleva una camiseta color negro en la que se lee el apodo de la artista: “Bichota”.

Dentro del rascacielos del número 30 de Rockefeller Plaza, el camerino parece una gran reunión familiar: una decena de representantes, asistentes, maquilladores hablando unos por encima de los otros, revoloteando alrededor de Karol y bromeando mientras le hacen los retoques finales antes de la última prueba de sonido. Son las cinco de la mañana y la mayoría no hemos dormido más de tres horas, pero Karol, de 32 años, está radiante y animada, con una efervescencia envidiable, de esa que solo poseen quienes están acostumbrados a despertarse a esas horas intempestivas. Fuera del camerino oí a una fan decir que seguro que La Bichota aún está dormida. Cuando se lo cuento a la artista, suelta una carcajada: “¡No dormí!” , exclama con su acento cantaíto paisa y una sonrisa de oreja a oreja.

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La tía de Karol, con quien vivió una breve temporada cuando era adolescente, ha viajado desde Long Island para apoyar a su sobrina —por supuesto, lleva una camiseta que luce la ilustración del último álbum de su sobrina, Mañana será bonito—. Ha traído empanadas colombianas que había comprado en una panadería de Hempstead para todo el equipo, pero se sorprende de que no haya ningún sitio donde calentarlas (“¡No se puede comer empanadas frías!”, protesta. Su aura de tía latina está llegando a niveles de récord Guinness).

Tras una prueba de sonido rápida, Karol vuelve al camerino para vestirse para la actuación: una falda blanca de tubo, una camiseta ajustada de manga larga color malva y unas botas altas de plataforma rosa eléctrico. Una trencita y colgantes color plateado en su melena le enmarcan la cara con forma de corazón; lleva colgada una gran cruz enjoyada con piedras color magenta. En el backstage, el jefe de seguridad se asoma y dice que hay tanta gente que la Policía de Nueva York ha pedido refuerzos; parece ser que algunos fans no han conseguido entrar en el recinto, están atascados en la Quinta Avenida e intentan acercarse al escenario como pueden.

Durante toda la mañana, han circulado rumores de que Karol ha batido el récord de público de Harry Styles, de cuando el cantante actuó el verano pasado en el programa, pero, a medida que pasan las horas, las especulaciones parece que pueden concretarse en hechos: el equipo de Today piensa que no solo ha eclipsado a Styles, sino que también parecen creer que ha batido el récord absoluto de público del programa, el de Ricky Martin en 1999. En cierto momento, Al Roker se asoma por una puerta, lleva un traje de raya diplomática color azul celeste: “¡Esto no se ve desde Ricky Martin!”.

Parece de risa que quizás Karol haya batido un récord de un artista que allanó el camino para el ascenso de la colombiana hacia el mainstream. Junto con pesos pesados como Bad Bunny o J Balvin, Karol forma parte de una nueva generación de artistas latinoamericanos y de latinos que nacieron en Estados Unidos que se han hecho un lugar en el mercado pop estadounidense y reescriben guiones desfasados sobre las barreras lingüísticas y los usos y costumbres del marketing. Demasiado a menudo, los logros comerciales de esta generación se han asentado sobre relatos buenistas de afirmación cultural que dejan fuera las especificidades raciales, lingüísticas y geográficas de las experiencias latinas, encarnando la idea de que todos somos un mismo pueblo. A la vez, sin embargo, la capacidad de Karol de establecer nuevos récords desafía la ficción xenófoba que la industria musical anglófona ha perpetuado durante demasiado tiempo: la mentira de que la música en español es de nicho, poco conocida y no muy popular.

Desde que lanzó su primer disco, hace ya seis años, la fresca fluidez de su música, que conecta con las masas, le ha valido millones de oyentes a lo largo y ancho del mundo. Su estilo se desliza entre ondas de reggaetón, afrobeats, dancehall y trap, y, con melodías luminosas y muy radiofónicas, canta historias universales sobre la traición, el desamor y el triunfo. Sus canciones son perfectas para perrear en la playa a la luz de la luna o para bailar en una discoteca llena de glamur —y, al venir de una mujer, ofrecen un breve respiro de las perspectivas masculinas sobre la conquista y el sexo que monopolizan el reggaetón—. Esta combinación de ingredientes mágicos ha materializado un año de infarto para Karol, catapultada a un nuevo nivel de fama en los últimos meses. En marzo, Mañana será bonito se convirtió en el primer disco en lengua española cantado por una mujer que consigue llegar al número uno de la lista Billboard 200 y, en estos momentos, es el álbum latino más vendido de este año. Este verano hemos podido oír una de sus canciones en la banda sonora de Barbie; además, se ha convertido en la primera latina en ser cabeza de cartel en Lollapalooza y, por si fuera poco, también ha anunciado una gira multitudinaria de estadios por Estados Unidos.

Hace unos pocos días ha  sacado el álbum que acompañará a su anterior disco, un manifiesto personal llamado Mañana será bonito: Bichota Season. Karol sigue procesando todos estos hitos. “Yo me imaginé que iba a lograr muchas cosas en mi vida, pero la verdad nunca me imaginé el punto como hoy. Llegar a tantas personas, tocar a tantas personas en tantos aspectos… Como que me vuela la cabeza todavía”, me dice. “La vida me ha demostrado que tantas cosas son posibles, yo tengo diez veces más ambición y visión de cosas que me imaginé en mi cabeza”.

Después de más o menos una hora, Karol deja por fin el camerino. Sale por el backstage y entra en el vestíbulo de mármol del rascacielos, desde donde hará su entrada a la plaza después de atravesar unas puertas dobles doradas. Su equipo se arremolina alrededor de ella para protegerla de las fotos de la gente que pasa por allí y, durante unos instantes, la cantante se da media vuelta y oculta la cara mirando hacia un muro donde nadie puede verla. Tras surgir de la nada, su tía se coloca a mi lado y murmura: “Si yo soy la tía y yo estoy nerviosa, ¡imagínate cómo estará ella!”.

Llegado el momento, Karol se vuelve y les choca la mano a todos los miembros de su equipo. Lista para darse un baño de multitudes.

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Estos días, Karol desborda confianza y, tras pasar cinco minutos con ella, te hechiza. Quizás te gane cuando la veas patear el suelo alegremente mientras grita “¡qué  chimba!” (argot colombiano para “maravilloso”) si se emociona con un tema nuevo, cosa que ya ha sucedido por lo menos tres veces. Quizás te parezca encantadora después de susurrarte al oído un chiste sobre un fan demasiado intenso. O quizás te embelese cuando, después de cantar un verso de Bichota Season, se ría de la fragilidad masculina de una expareja. O quizá cuando despliegue sus exquisitos modales.No todas las celebridades te dicen que pidas servicio de habitaciones si no has comido.

El día anterior a su actuación en el programa de Today, ese carisma del que hablo brilla con todo su esplendor. Karol G me abre la puerta de su suite en el lujoso Hotel Barrière Fouquet’s New York. Me recibe en el umbral vestida con un albornoz blanco de rizo y el pelo mojado de la ducha. Sus rizos color rosa pastel son la última parada cromática de una rueda arcoíris que la ha llevado a lucir azul neón y rojo cereza en sus últimos dos ciclos discográficos.

Dentro de la suite, las paredes rosa palo van a juego con un gran sofá de terciopelo que flanquea un enorme espejo de tocador con luces ante el que la rodean sus maquilladores. Maletas llenas de paletas de sombras de ojos, secadores y ropa cubren el suelo como si fueran piezas de un rompecabezas, pero encuentro un huequito en el sofá y me dejo caer mientras Karol se cambia y se pone una sudadera rosa sin mangas y unos pantalones militares color verde jaspeados con manchas de ácido. El exterior de su equipaje está cubierto de calcomanías de los lindísimos dibujitos que aparecen en la portada de Mañana será bonito; un peluche de la sirena pelirroja de la ilustración del álbum cuelga de una silla en una esquina.

Karol se toma el día con calma después de que ayer tuviera que pasar cuatro horas posando para su figura de cera oficial de Madame Tussauds. Le pregunto si tiene la potestad de aprobar la versión definitiva, porque a veces las obras no son representaciones demasiado fieles. Me dice que sí y duda antes de mencionar el caso de la notoria estatua de Cristiano Ronaldo que se hizo viral en 2017. Me enseña la imagen de la escultura del futbolista en su teléfono y también al resto de la gente de la habitación; no deja de reírse de forma traviesa por el dudoso parecido que tenía aquella representación con el futbolista. Al cabo de unos segundos, recupera la compostura y recuerda que es una estrella del pop internacional. Se serena y dice entre risas: “Qué pena”.

Karol coloca una silla delante de mí, lista para enseñarme Bichota Season. Son canciones completamente nuevas, pero con cierta conexión con Mañana será bonito, que fue el tipo de álbum de ruptura que sabe captar cada caótica y compleja fase de una separación: las noches insomnes que pasamos mirando fotos viejas, deseando que ese amor aún fuera tuyo; la epifanía cuando te das cuenta de que tu sufrimiento no es permanente, las fiestas con tus amigas en busca de alivio.

Mañana será bonito es una crónica de la separación pública de su exprometido, el rapero puertorriqueño Anuel AA, en 2021. Karol dice que el fracaso del compromiso —y la experiencia de procesarlo a través del disco— fue emocionalmente exigente. La artista colombiana no suele hacer música de carácter íntimo, pero Mañana será bonito se levanta sobre la creencia de que la vulnerabilidad podía ofrecerle una sensación de autonomía. “Las dos semanas anteriores yo no dormía, yo no comía”, dice. “Estar tan expuesta en mi música fue superheavy, psicológicamente […] Imagínate que a ti te pase algo y entonces tú tengas que contarles a millones de personas lo que te pasó”.

Los efectos colaterales de la relación fueron amargos y estuvieron llenos de resentimiento, provocaron debates y corrieron ríos de tinta sobre la masculinidad tóxica y la misoginoir —la misoginia contra las mujeres negras—, en parte debido a las engreídas salidas de tono de Anuel y a los comentarios racistas de fans hacia la siguiente pareja del cantante, la dominicana Yailin La Más Viral —ya no están juntos—. De manera más reciente, Anuel se ha dedicado a etiquetar a Karol en publicaciones de Instagram en las que, aparentemente, se burla de su canción con Shakira, además de a mencionarla en sus conciertos. En su actuación en unos premios en junio, el cantante llevó una camiseta que rezaba “Estás con FEID, pero sabes que eres mía”, una referencia a la relación que se rumorea que tiene la artista con el cantante colombiano de reggaetón.

Pero, mientras que Mañana será bonito hablaba de la sanación tras una ruptura dolorosa, Bichota Season adopta un enfoque distinto. En este disco, Karol está lista para dejar atrás el desamor y para dar la bienvenida a una nueva época sin concesiones. Para ella, este nuevo disco representa tanto un credo personal como una guía en el tiempo, un manifiesto sobre su emancipación tras los efectos de una catástrofe amorosa. “Yo de pronto echo para atrás en mi mente a los momentos que yo sentí que ‘me estoy muriendo y no voy a poder con esto’ […] Es como que si mi yo de hoy dijera: ‘Mira tan lindo todo esto’.  Es lo que tuve que pasar para el hoy”.

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“S91”, el primer sencillo del disco, estaba pensado para formar parte de Mañana será bonito. “S91” incluye un fragmento narrado de Karol leyendo el Salmo 91, un mantra de poder en su familia. “Mi mamá decía que era una oración de protección, como de que nada nos podía tocar”, nos explica. “Y yo sentía que si yo incluía [“S91” en Mañana será bonito], el día de mañana, cuando la gente vaya y escuche el álbum entero, no tiene esa historia, se va a perder la historia de ese álbum”.

Así, Karol utilizó esa canción como si fuera un plano y levantó con sus sueños el universo de Bichota Season. En un sentido, este álbum tiene mucho más de confrontación, proyecta un futuro liberado que aún requiere sacar las garras. Su título invoca el apodo de malota que adoptó en 2020 tras lanzar una canción con el mismo nombre, aunque el término, en origen, proviene del argot puertorriqueño y significa “jefa de narcotráficantes”. En el pasado, su alias se ha granjeado algunas críticas por parte de sus fans, que sugieren que la reapropiación del término como herramienta de empoderamiento borra la violencia y las luchas que rodean el contexto real del término.

La artista me cuenta que Bichota Season habla de recuperar la “confianza en una misma” y de “botar” del miedo. “Es esta mujer que se siente orgullosa del punto en el que está, de todo lo que tuvo que pasar. De que nunca se dejó.  De que siempre tuvo una voz interior que le decía:  ‘Dale que tú puedes’”. Añade que también quiere transmitir el mensaje de lo importante que es valorarse. “Nos enseña que está mal cuando nos felicitamos a nosotros mismos por algo que tenemos.  Y no está mal. Nosotros mismos tenemos que ser los primeros que nos damos los créditos”. Reflexiona sobre cómo ha atravesado sus miedos y las dificultades que se ha encontrado en el camino: “Me han pasado muchas cosas en la vida y ya no me asustan.  […] Pero ya no me da miedo porque ya sé que ya las superé”.

Karol me pasa sus AirPod Max plateados, con incrustaciones de estrás carmesí que forman el dibujito de la sirena de la ilustración de portada de MSB. Me mira con aprensión, claramente, está nerviosa por enseñarle esas canciones a alguien de fuera de su equipo por primera vez —oigo que le dice a su representante que tiene curiosidad por saber qué estoy anotando mientras escucho los temas—. Antes de darle al play en su teléfono, me hace una importante declaración de intenciones sobre el disco: “Es hablando de mis logros y de mis éxitos tanto como persona, como en el éxito de mi carrera […] La libertad mental que tengo de experimentar cosas en la vida. No matter what, pues como que sin pensarlo tantas veces, sin darle tantas vueltas”.

Los rasgueos iniciales de la guitarra de “Mi ex tenía razón” se filtran a través de los auriculares con la voz dulce y redonda de Karol alzándose sobre ellos. Un repiqueteo metálico de percusión acústica y digital se cuela en la melodía y sube el ritmo de la canción. Es pura Selena, un lamento electrotejano que parece directamente sacado de Amor prohibido. El tributo a Selena no le viene de nuevas a nadie: Karol tiene un tatuaje de la ídola tejana junto con Rihanna y su propia cara en el antebrazo formando una santísima trinidad de bichotas. “Tuve mucho tiempo de mi vida que era super-obsesionada y lloraba porque no la iba a conocer nunca”, declara. Admira, sobre todo, el impacto de Selena como renegada bicultural que ha difuminado fronteras: “He visto entrevistas donde Beyoncé habla de ella, o sea cualquier artista con su infinita  trayectoria sabe quién es ella y la reconoce, no importa si [esos artistas] hablan español o inglés”.

La letra es astuta y afilada: “Mi ex tenía razón/Dijo que no iba a encontrar uno como él/Y me llevo uno mejor”. Aparentemente, es una contestación a uno de los últimos sencillos de Anuel, “Mejor que yo”, donde el cantante le asegura a una ex que no encontrara a nadie como él. La voz de Karol, sin embargo, replica conmovedora y claramente.

Ahora ya me ha quedado cristalino a lo que se refiere Karol cuando dice que llega la “Bichota season”.

Karol G se convirtió en una estrella en toda Latinoamérica en 2017, tras lanzar su disco debut, Unstoppable. Con los que le siguieron, Ocean y KG0516, poco a poco fue forjándose su reputación como una de las favoritas del público en el mundo del reggaetón pop. En 2019, su carrera recibió un gran empujón con la “Tusa”, el tema que hizo con Nicki Minaj, que tiene más de mil millones de reproducciones. En aquel momento ya era una de las grandes de Latinoamérica, pero Mañana será bonito abrió un nuevo capítulo de éxito tras amasar una pila de hitos históricos, entre ellos, su debut sin precedentes en la lista Billboard 200. “Y es el comienzo de cosas muy chimbas para mí en el futuro”, dice.

Para Bichota Season ha trabajado, fundamentalmente, con el productor Sky Rompiendo, un compatriota paisa que hizo carrera creando beats para J Balvin en los albores del movimiento reggaetonero de Medellín. También han contribuido el dominicano y puertorriqueño MAG —el productor ejecutivo de Un verano sin ti, de Bad Bunny—, así como Edgar Barrera, el compositor galardonado con el Grammy que ha compuesto grandes éxitos para ídolos de la música mexicana como Grupo Frontera, Fuerza Regida o Christian Nodal. También hay algunas colaboraciones provocadoras, como, por ejemplo, el hombre del momento de los corridos tumbados, Peso Pluma, u otra con la megaestrella neerlandesa de la electrónica y el dance, Tiësto. También tiene canciones nuevas con la hiperfemenina vamp colombiana del R&B, Kali Uchis: la primera es una brisa juguetona de tonos reggae que aparece en el álbum y la segunda es un temazo reggaetonero de la vieja escuela que puede que salga en octubre. “Llevamos un año y medio hablando de esto, nos hemos visto, hemos ido al estudio juntas, ella está en mi casa, yo estoy en su casa, pero Kali es como yo, nosotras como que zero pressure”, declara la artista. “Hicimos muchas canciones y ella me decía ‘no me gusta’ yo le decía ‘yo tampoco la siento, a mí sí me gusta, no, pero yo no la siento’”.

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Pero la última canción que menciona es la más jugosa. Me habla de un tema en el que ha estado trabajando llamado “Verano rosa”, en el que Feid había planeado colaborar. “Es una canción de desamor, o sea, es que eso es lo mejor de todo”, dice Karol, sonriendo con picardía. No confirma de manera explícita la relación, pero el comentario parece un reconocimiento subrepticio de que algo hay entre esos dos. Más tarde, con las prisas de salir del hotel para el ensayo de la actuación en Today me equivoco y, sin querer, cojo el teléfono que no toca del sofá, pensando que es el mío. Es el de Karol y, de fondo de pantalla, veo una foto informal de Feid, un poco quemado por el sol y sonriendo.

Al final, “Verano rosa” se quedó sin terminar, en parte, porque Karol tardó en encontrar al colaborador adecuado. “[Feid] dice; ‘yo sé que tú estás buscando como mil personas, has pensado en mil personas y nadie te encaja, pero… ¿me vas a dejar montarme en esa canción?’”, recuerda Karol.

Ambos artistas se conocen de Medellín, pero llevaban tiempo sin tener mucho contacto, “nosotros estuvimos mucho tiempo que no hablábamos, que nos dejamos de hablar y casi que no sabía nada de él”, relata Karol. Pero cuando Feid empezó a salir de la ciudad natal de ambos y a recorrer Latinoamérica, Karol lo invitó a ser su telonero en su Bichota Tour de 2021. Antes habían colaborado en una canción llamada “Friki”, que se convirtió en un gran éxito en Colombia. Sin embargo, Feid ha alcanzado nuevas cotas de fama en los últimos meses, sobre todo después de “Classy 101”, el sencillo que ha conquistado listas, una colaboración con la rapera puertorriqueña Young Miko que hace poco debutó en la lista Hot 100. “Es como que tú vas y pones la radio, es como que ‘¿le da permiso a uno de que suene otro tema de uno?’”, bromea Karol.

Últimamente, la artista está escuchando un bucle Bichota Season y, en el trayecto en coche para ir al ensayo de la actuación en Today, pone en cola varios temas del proyecto. Está claro que está emocionada con estas canciones y lista para dárselas al mundo. En cierto momento, pone “BichotaG”, una canción de trap irascible rematada con efectos de disparos en la que hace toda una demostración de su gran capacidad para rapear. En el coche, cuando suena “Oki Doki”, empieza a cantar, agitando el dedo índice en el aire, “No me digas puta/El error fue tuyo y la vida es mía”. Algunas de sus mejores canciones son esta especie de grito de batalla —himnos que no niegan el dolor, pero que siguen adelante, hacia la sanación y la independencia—. Para mí, como mujer que se ha pasado la vida lidiando con hombres pueriles con síndrome de Peter Pan, este verso cala hondo, así que le digo a Karol que me veo muy identificada con lo que canta. “¡En realidad, empiezan a tener esas expresiones de uno como si uno fuera la más alborotada!”, exclama.

Pero abrazar tanto la tristeza como la valentía es algo que no se le suele conceder a las mujeres en el mundo del reggaetón. Karol ha conseguido un equilibrio flexible; su música canta contra la exigencia binaria de, o bien sentimentalismo, o bien agresividad; explora espectros completos de emociones complejas e imperfectas. En un género en el que las mujeres, históricamente, se han visto reducidas a coristas que no aparecen ni en los créditos o a objetos sexuales, Karol no cae en ninguna de esas dos casillas. “Desde chiquita se dice en la casa: ‘No cargue eso, eso es para hombres.  O no haga esto’ […]  Y nos van enseñando de forma incorrecta en que si cabemos, en que no cabemos. Qué podemos hacer y qué no podemos hacer. Cuando en realidad todo lo podemos hacer”. Considera que el trabajo que ha estado haciendo, junto con otras artistas, es un paso adelante. “Todas estamos construyendo un camino”.

Bichota Season transmite un mensaje importantísimo: empequeñecerte al servicio de alguien a quien amas es una manera horrible y dolorosa de camuflarse. A veces, habitar las texturas de la desolación puede guiarte para encontrar el camino de vuelta hacia la persona que eres y hacia la fuerza que llevas dentro. “Te lo juro, hasta en los momentos en que yo he estado super-mega-enamorada, sigo haciendo música de desamor […] Uno mismo pone las canciones más tristes del mundo y es uno como matándose a uno mismo, pero en realidad está sanando y es uno como matándose a uno mismo, pero en realidad está sanando”.

La gente que vive en Medellín ha cargado, tradicionalmente, con los estereotipos asociados a la violencia y el crimen, pero esa visión miope se pierde buena parte de la historia. Karol nos cuenta un relato bien distinto: su infancia fue muy feliz. Se libró de los años más duros del narcoterrorismo en Medellín, en parte, porque nació dos años antes de la muerte de Pablo Escobar. Creció en un hogar de clase media y tiene una gran familia. Su padre, Juan Guillermo Giraldo Ramírez, tiene trece hermanos y cada cual tiene, a su vez, tres o cuatro hijos. “En Medellín, la gente es superfamiliar, muy de la cultura. Uno pasa las festividades especiales, los domingos, los fines de semana  con los papás, los abuelos”.

Desarrolló muy pronto una conexión con la música gracias, en parte, a su padre. Juan Guillermo tocaba en un grupo en su tiempo libre; interpretaban toda clase de música: rock, salsa, baladas. A veces, su hija cantaba con él en eventos especiales. Aun así, cuando iba a la escuela, era una niña tímida y a menudo se apoyaba en su hermana mayor para que alzara la voz por ella: “Esa misma confianza a mí me la dieron en mi casa”, me explica.

Cuando tenía catorce años, su padre le sugirió que se presentara a la versión colombiana de Factor X. Me cuenta que pasó las primeras tres rondas de audiciones, formó parte del grupo de diez semifinalistas tras un casting de 50 000 personas, pero la eliminaron antes de llegar a la final. Aun así, Juan Guillermo tenía claro que su hija tenía un don y Karol vio claro que tenía que intentarlo en el mundo de la música. En 2006, firmó con el sello discográfico puertorriqueño Diamond Music; lanzó un puñado de canciones que nunca llegaron a despegar y su padre acabó pagando por rescindir el contrato dos años después. Ella se frustró por los fracasos y casi se decidió a abandonar para siempre la música.

A pesar de las adversidades, Karol tiene un buen recuerdo de aquella época, sobre todo por el apoyo incondicional de su familia. Ella y sus padres dejaban CDs allá donde podían —colegios, universidades, clubes, vagones de metro, autobuses—. También se acercaba al centro de la ciudad, donde le llevaba su música a vendedores callejeros con la esperanza de que incluyeran sus canciones en las compilaciones pirata de reggaetón y en los USB que tenían a la venta. “Entonces vendían, por decir, algo que decía, Los éxitos del reggaetón, entonces Wisin y Yandel, Daddy Yankee, y uno Karol G, que no se conoce a nadie”, dice, entre risas.

En 2008, Karol consiguió reunirse con Universal Music Latino, que le ofreció un contrato como compositora interna, aunque ella tenía claro que lo que quería era una carrera como solista, así que lo declinó. Sintiéndose sola y derrotada, se fue a Nueva York a estudiar Marketing y a vivir con su tía en Long Island. Un día, en el metro, se fijó en un anuncio de la Boston Music Conference, así que decidió acercarse a ese evento del sector por pura curiosidad. Aquella visita volvió a darle fuerzas, la motivó para volver a la música con disciplina renovada. Hizo las maletas y regresó a Medellín, donde estudió composición, musicología y canto en la Universidad de Antioquía durante cinco años.

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Karol se había criado escuchando reggaetón, obsesionada con leyendas boricuas como Ivy Queen o Wisin y Yandel, junto con mixtapes que definieron el género como la serie de Cuentos de la Cripta de El Chombo. Pero, en 2013, cuando regresó a su ciudad natal, el reggaetón estaba adoptando una forma muy diferente, tanto en términos de raza como geográficos. La metrópoli se había convertido en un hervidero de nuevos sonidos reggaetoneros con los trabajos pioneros de artistas como Fainal y Shako, Reykon o Golpe a Golpe. “No dije: ‘Quiero ser como Lady Gaga’, no, en las entrevistas dije ‘yo me sueño siendo como Fainal y Shako’, o sea, así de grandes eran”.

Luego, una nueva generación de productores y artistas como J Balvin, Maluma, Sky Rompiendo o los Rude Boyz empezaron a transformar el género dándole una capa de chapa y pintura muy brillante, muy de sintetizadores vanguardistas y muy de radiofórmula; una reinvención que se ha convertido en el objetivo de muchas de críticas por el blanqueamiento del reggaetón y su disolución en pop mediocre. Karol dice que los productores de Medellín no tenían los drum kits o los paquetes de samples necesarios para hacer reggaetón siguiendo la tradición puertorriqueña, mucho más dura, así que se inventaron su propio estilo. “No teníamos ni los sonidos, ni esas carpetas, ni todo lo que ellos tenían no lo teníamos, entonces nosotros tratamos de hacer que sonara parecido, pero con lo que teníamos”.

La conversación sobre Medellín se ha cruzado con un ajuste de cuentas racial más amplio en el mundo del reggaetón, debido, en parte, a los pasos en falso de toda la industria cuando hay que reconocer que un gesto ha sido racista, Karol incluida. En 2020, la artista se enfrentó a una polémica con sus fans después de tuitear una foto de su perro durante las manifestaciones por George Floyd con la siguiente leyenda: “El ejemplo perfecto de que el Blanco y el Negro JUNTOS se ven hermosos”.  La declaración fue objeto de ridículo por ser una salida de tono y demostrar falta de tacto, por lo que, más tarde, Karol se disculpó diciendo: “Ahora veo que la forma en como lo expresé no estuvo bien”. En 2021, le dijo a Rolling Stone: “Sé que nunca seré capaz de hablar de esas causas por experiencia propia, pero puedo formarme mejor sobre esos temas”.

Karol encontró su propio estilo en paralelo a los inicios de su colaboración con Ovy on the Drums. Habían contratado al productor para mezclar y masterizar su sencillo de 2013 con Nicky Jam, “Amor de dos”, y se acercó un día a casa de Karol a entregarle la canción terminada. Ovy oyó de pasada que Karol le decía a alguien que necesitaba un DJ que la acompañara en sus directos y, pensando que podía aprovechar la oportunidad, sugirió ocupar ese puesto, aunque no tenía ni idea de cómo se hacía de DJ. “Él dice como, ‘ah, yo soy DJ, yo estoy empezando a ser DJ de un grupo de aquí en Medellín […] Y yo, ah, pero, entonces, ¿vas a dejar esa gente de Medellín por irte a trabajar conmigo? ¡Horrible!”. Ahora se ríe: “Mi primera reacción fue como que, ¿y ese quién es? Y yo como que, ¿por qué él se metió en la conversación?”.

“No nos llevamos muy bien de entrada”, confiesa Ovy en una entrevista por videollamada. “A ella no le gustó que yo [fuese] tan confianzudo en ese momento”. Pero Karol le dio una oportunidad. Ovy tomó un sampler prestado de un amigo y aprendió a mezclar para uno de sus conciertos del día siguiente. Tras ganarse más su confianza, Ovy sugirió que trabajasen juntos en una canción, que acabó convirtiéndose en “Ricos besos”. Karol quedó impresionada en el acto. “Es como si yo me hubiera quitado un chip y él lo hubiera conectado, era exactamente lo que yo quería para la canción. Y eso es lo que siempre me ha pasado con Ovy”, explica la cantante. Ovy comparte su parecer: “Siempre ha fluido una linda energía entre los dos…  Y musicalmente siempre […] le he dado lo mejor y ella también me ha dado lo mejor…”.

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Pronto, la pareja musical empezó a colaborar como auténtico tándem productor-cantante, de manera similar a dúos también afincados en Medellín como J Balvin y Sky Rompiendo, o Nicky Jam y Saga WhiteBlack. Se atrincheraron en el piso del padre de Ovy para grabar; utilizaron colchones para insonorizar la habitación. Al final, construyeron un estudio improvisado en casa de Karol, con la ayuda de algunos primos, su padre y amistades varias; llegaron incluso a poner ladrillos. “Íbamos todos los días haciendo música.”, recuerda el productor. “Llegaba a la casa de Karol a las ocho de la mañana, a las nueve de la mañana, y me iba a las dos de la mañana […] A veces [se hacía] muy tarde, muy cansado. Y amanecía en la casa de ella”.

Karol y Ovy llevan trabajando juntos una década —él le ha producido varias canciones de Bichota Season—. El productor dice que la artista tiene intereses más allá de hacer exitazos, que su visión es más integral. “Siento que es una mujer que la tiene clara…  Y que siempre está pensando en innovar, en hacer algo diferente…  No solamente musicalmente, sino en su imagen”, explica Ovy. “Cuando Karol coge una canción y ya la terminamos, ella le ve cosas que uno nunca le ha visto”.

Y, por supuesto, nos señala su irresistible encanto. “Puede ser una mujer que tiene mil problemas.  Y puede estar muy mal. Tener un mal día […] Pero ella siempre la vas a ver con una sonrisa.  Y siempre con su mejor actitud”, nos dice.

Esa es la energía que irradia Karol en el escenario durante su actuación en Today. En un descanso a mitad del concierto, se acerca a los presentadores para saludar a sus fans y les dice que “todos ustedes son mi sueño hecho realidad” mientras reluce al sol el brillante que lleva en el incisivo. El público abarrota la plaza, la gente grita de alegría, lucen gafas de sol estilo Feid y sombreros colombianos tradicionales, los vueltiao. Bien podría ser un concierto en un estadio. Con las tenebrosas notas de la apertura del exitazo “TQG”, los gritos se vuelven ensordecedores. “Vamos a cantar esa desde aquí, bien duro”, dice Karol señalándose el corazón. Observo la muchedumbre, hay gente que se está dejando la voz cantando, otros rostros tiemblan mientras las lágrimas les inundan los ojos.

En cuanto se baja del escenario, Karol aún tiene muchas cosas que hacer: primero se la llevan para una entrevista exprés de una sección llamada “Ocho preguntas antes de las ocho de la mañana”. Luego sigue una entrevista en el estudio, esta vez, con los presentadores de Today Show. Después, un par de piezas para redes. Por último, una tercera entrevista.

Al final, todo se le viene encima. Tras la conversación delante de las cámaras con los presentadores, se dirige al camerino para tomarse un pequeño descanso. Han sido unas horas de mucha agitación y ha estado aguantándose las lágrimas de alegría todo el rato, en ningún momento se ha parado a digerir la magnitud del momento. En cuanto llega al camerino, se tapa la cara con las manos y se echa a llorar. La estancia se queda en silencio. Entre sollozos entrecortados, empieza a hablar.

“Todo se nos da entonces como que me parece muy loco”, dice. Le tiembla la voz. “Los artistas que han tenido acá, que si Beyoncé, que es Shakira, que es Rihanna, Ricky Martin… y que le digan a uno que uno que rompió récords de asistencia. Es algo que uno no se lo cree porque parece una mentira”.

La tía de Karol interviene con ternura para consolarla. “Pero, mami, en verdad tú has luchado mucho por ello, han trabajado”, dice, señalando a todas las personas de la estancia.

La artista levanta la cara y se seca las lágrimas de los ojos. Casi se ve cómo recupera el color en las mejillas. “Estoy superfeliz, como que vamos por más”, dice. “De verdad, nosotros estamos haciendo algo, no lo digo yo sola, muchos artistas latinos estamos haciendo un trabajo demasiado grande por nuestra comunidad latina y es muy grande lo que pasa porque ellos no se esperaban eso, ellos no se esperaban eso porque ellos no entienden que el latino stand up for the latinos”.

Uno de sus representantes asiente con la cabeza, se le rompe la voz. “Uno viendo todas estas cosas y como que ‘Algún día, algún día’”.

“Ay, no, ven, se van a poner todos a llorar”, dice Karol y todo el camerino se echa a reír. En un rincón, otra persona de su equipo exclama: “¡Alguien cuenta un chiste!”.

Cuando ya ha llorado lo que tenía que llorar, Karol se acerca a un monitor cercano en el que se ve una repetición de la interpretación de “Tus gafitas”. La cámara recorre el público, sus fans están que no caben en sí de alegría, se saben todas las letras. Karol suelta un gritito, emocionada por lo que ve en la pantalla.

“¡Qué chimba!”.

Traducción de Núria Molines Galarza

Producción por RHIANNA RULE. Dirección de fotografía por Emma Reeves. tipografía 3d por TOM COBEN. Cabello por JOERI ROUFFA por THE WALL GROUP. Maquillaje por  ALEXANDRA FRENCH por FORWARD ARTISTS. Uñas por EMI KUDO por A-FRAME AGENCY. Tailoring by HUGO. Asistencia de fotografía por LAURA BERROU y JJ GEIGER. Asistencia de estilismo por RAUL MAGDALENO and JORDAN SHAFFER. Asistencia a la producción por DOUG STUCKEY y MIKEY DE VERA. Fotografiado en SMASHBOX STUDIOS.

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